
Alejandro Loayza Grisi
Cineasta, Director de la pelicula UTAMA
El proceso creativo en el día a día del cine.
Mientras tanto, al otro lado del ego y junto a las certezas, descansa la verdadera creatividad, la de quien no la busca, pero sabe que está ahí a la espera. No porque la gente de publicidad, cine, arquitectura, ingeniería o arte sean elegidos, tocados con la varita mágica, sino porque en la esencia del ser humano está la creatividad. Es inherente a todas las personas y nos atraviesa en el día a día. Las “ocurrencias” son creatividad, las soluciones mundanas y el planeamiento diario y vital también lo son.
Todos somos creativos y eso es innegable, pero, por otro lado, también es innegable que la creatividad tiene algo que se parece a un músculo. Se la tiene que trabajar, cuidar y alimentar. Por ejemplo, un jugador de fútbol que quiera ser el mejor ejecutor de tiros libres, tiene que lanzar no cientos de veces, sino miles de veces, antes, durante y después de los entrenamientos hasta ir perfeccionando el tiro. Funciona igual con cualquier cosa que uno quiera hacer con maestría y por ende lo mismo se aplica para la creatividad, hay que ensayarla miles de veces hasta conocer bien las virtudes, debilidades, las desventajas y las fortalezas de cada uno, y así ir entendiendo mejor cómo encarar los retos que uno se proponga, los momentos en que uno es más productivo y los diálogos que le sirven entablar. También creo que es un ejercicio constante de todos los días y que no debería acabar a ninguna edad, al contrario, debería continuar mientras uno tenga la energía para hacerlo. Si uno pierde la curiosidad por aprender y deja de ensayar, pues se quedará con lo que aprendió hasta cierta edad y así es que luego aparecen artistas “viejos”, quedados en el tiempo, que hacen obras que parecen de otra década y carecen de diálogo con lo actual y las nuevas generaciones.
Yo estoy en proceso de aprendizaje y sé que aprender algo nuevo requiere mucho tiempo, por eso es imprescindible no ponerse presión y no perder el tiempo en cosas que tranquilamente se pueden evitar como el pasar horas en el WhatsApp o el Instagram (mea culpa: yo también lo hago). Ese tiempo es oro y debe ser bien invertido como cualquier bien. Debe ser usado para poder nutrirse lo más posible, para estar atento a las pequeñas cosas que te regala el día el día, pues nunca se sabe dónde se encontrará el momento “Eureka”. Debe ser usado para nutrirse de lo que ya se ha hecho, de lo que nos rodea y de todo a lo que hoy tenemos acceso casi irrestricto gracias al internet. Hay que nutrirla viendo películas, obras y fotografías, escuchando música, leyendo letras, libros e inclusive noticias. Es imprescindible escuchar a todos los genios que nos han regalado obra y pensamiento a lo largo de nuestra historia, pero también considero que es muy necesario escuchar a quienes no son considerados genios y que más bien están en el día a día de este mundo, pero tiene tanto que ofrecer como cualquier pensador, pues cada visión del mundo no deja de ser una visión filosófica de nuestra existencia. Unas de mayor profundidad que otras, pero todas con suficientes nutrientes para ir armando la propia.
En cuanto al cine en particular, es un arte de procesos, de tiempos muy marcados entre sus distintas fases de realización. Cada uno de estos tiempos ofrece distintos retos y por ello es bueno identificarlos bien, separarlos y aprovechar cada uno de ellos al máximo. La investigación, la escritura, la reescritura, la planificación y preproducción, la producción, la post producción, la distribución y cuando se acaba comenzar de nuevo con una nueva investigación y todo entremezclado. Este proceso también te regala momentos muertos, tiempos de espera, en los que uno debe seguir aprovechar la calma y nutrirse de nuevos conocimientos. Si uno cambia algunas palabras, se dará cuenta que el cine es al final de cuentas como cualquier otro proceso, como patear tiro libres o resolver ejercicios matemáticos o ganar al ajedrez o escribir una teoría, una tesis o una canción.
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